Mingo y Berni

martes, junio 10, 2008

Había pensado en no hablar de la reciente muerte de Bernardo Neustadt, pero el hecho de que tantos bloggers le hayan dedicado sendos posteos me convenció de aportar mi granito de arena. En el sitio web que Neustadt abrió hace poco encontré esta entrevista con Domingo Cavallo que data de 1984. Lo que más interesante me pareció fue el preámbulo:

Hay un hombre que por su actual influencia en la dirigencia sindical y empresaria vale la pena seguir de cerca. Domingo Cavallo, porque de él se trata, insiste en que nada será posible en la Argentina sin crecimiento económico y sin estabilidad. Pero crecer, a su juicio, no es lo mismo que reactivar generalizada e indiscriminadamente. Muy por lo contrario -precisa-, los sectores actualmente sobredimensionados y que dependen de la demanda del Estado tendrán que mantenerse en recesión hasta que se fortalezcan las áreas productivas. Y estabilizar -agrega- tampoco quiere decir reducir el déficit fiscal de cualquier modo: hay que elaborar una política tributaria correcta y recortar aquellos gastos que no afecten la asignación de recursos ni el futuro crecimiento de la economía. Cavallo no teme hablar de que es imprescindible revalorar el papel de la competencia externa, aun cuando sabe que después de los resultados de la apertura económica instrumentada por Martínez de Hoz sus palabras pueden ser mal entendidas. En este largo reportaje propone soluciones concretas para casi todos los temas y niega que él o la gente que financia la Fundación Mediterránea se hayan propuesto una acción política deliberada para transformarse en un grupo de presión.

Dos cosas: primero, que Neustadt era sin duda un hijo de puta, pero no carecía de olfato político. ¿Quién conocía a Cavallo y su Fundación Mediterránea allá a principios de la restauración democrática? ¿Y quién podría haber imaginado que en la década siguiente conquistarían posiciones clave dentro del Estado, una vez que en 1991 el Ciervo de Anillaco abandonase defintivamente el plan Bunge & Born y decidiera darle una chance a su canciller? Segundo, que queda claro que la cantinela de «enfríemos la economía, bajemos el gasto público» no es tan nueva como yo creía.